jueves, 22 de noviembre de 2007

Fotografía: "Brasil productivo"

Desde lejos podía admirar el infernal y hermoso fuego devorando los campos de caña. Los trabajadores bebían destilaciones baratas, cobrando valor para ingresar a la cosecha de la tarde siguiente.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Turismo imaginario

Caos es el resumen de la situación actual que describiré. Rugidos de motores en condiciones al menos cuestionables, humo espeso que penetra los pulmones y puede sentirse su depósito en el pecho, bocinas de esas de doble corneta y de las otras también, gritos de euforia, gritos de enojo, gritos de angustia, ensordecedores martillazos de trabajadores ensordecidos; múltiples pseudo creativos tonos telefónicos, mp3s y polifónicos; veredas aglomeradas de personas que cuan hormigas laboriosas transcurren sus patéticas vidas bajo el ala de un sistema que quita y también da, en teoría.
Hermoso caldo de neurosis que al evolucionar sorprende, pero al cual nos habituamos inmediatamente. No es tan negativo, haciendo un ejercicio mental uno puede obtener ventajas de esta situación. Hoy por ejemplo, sin moverme de 27 de Abril y Cañada, sentí que estaba en Kuala Lumpur, Bombay, por qué no Kabul? Turismo imaginario se llama el hobby, acabo de inventar una nueva actividad que queda disponible para el desarrollo de parte de los tipos serios que trabajan con el control de la mente.
Al final, todo es cuestión de como uno mira la mitad del vaso...

domingo, 12 de agosto de 2007

Proclama Gastronómica

Hay cosas que son difíciles de explicar y cosas que son difíciles de entender. Por ejemplo es difícil explicar que una secretaria salga despeinada y desabotonada del despacho de su jefe, justo cuando llega la esposa de éste a pedirle la chequera para pagar el colegio de los hijos. Es difícil entender por qué cuando se organiza una asado y se gastan al menos 35 pesos por persona entre carne, vino y ensalada, quien compra la mayonesa toma de la góndola la más barata y fea. A los encargados de la compra, por favor: ¡¡¡NO SEAN RATONES Y SUMEN 50 CENTAVOS POR PERSONA A LA CUENTA TOTAL!!!

domingo, 5 de agosto de 2007

Relato

25 por ciento

Escasos siete años. A esa altura de su vida Yolanda ya había aprendido la más importante y dolorosa lección que alguien con iniciado proceso de conciencia pueda recibir. La pérdida de su joven madre la transformó junto a su pequeña hermana en precoz trabajadora rural, siempre al servicio de las numerosas bocas que día a día tenía obligación de alimentar.
La casa que habitaban era un típico hogar de campo de principios de siglo XX. Amplia cocina y aún más amplio comedor, un par de dormitorios aglomerados de camas, imprescindible sótano para almacenamiento y vastas tierras de labranza de propiedad de terceros rodeando la precaria construcción.
El repentino canto de un gallo avisaba a la familia el comienzo de una nueva jornada en la cual cada uno se levantaba con la lista de obligaciones incorporada; las de Yolanda comenzaban con la preparación del desayuno de hermanos y padre, quienes en su mayoría hombres, devoraban con limitados modales cada migaja del abundante pan que amasaba subida a una silla, siempre acompañada Pepita, entrañable compañera del alma que le obsequió mamá tiempo antes de partir.
El proceso de calentamiento global aun no daba muestras y los inviernos a metros de la laguna sometían durante cada uno de sus noventa días a cualquier improvisado que intentara envalentonarse sin la adecuada cantidad de abrigo requerida. Pintados de blanco y resistiendo el embate solar, los helados pastizales se abrían formando un sendero por el cual Yoli y Pepita caminaban, cargando una red de pesca varias veces más voluminosa que ellas. Es que la naturaleza proveía, pero ofrecía una importante resistencia a quienes deseaban sustentarse de sus frutos.
Durante todos y cada uno de los días de su infancia sin muñecas y su adolescencia sin bailes, Yolanda dedicó sus esfuerzos en cargar su cruz. ¿Su recompensa? Ocho horas diarias de libertad imaginativa durante las cuales experimentaba sueños de princesa, que pujaban en dialéctica relación con la insoslayable crudeza de la realidad.
Tal vez conmovida ante la carga que le había asignado, la vida decidió inclinar la balanza para el lado de la justicia y gratificó el sacrificio con la llegada del amor. Ya en su segunda década, atraído por sus ojos de cielo y grandeza de espíritu, Mariano abdicó ante ella y le juró amor eterno, el cual fue aceptado y retribuido. Así llegó una nueva vida, un nuevo hogar y una nueva familia, la propia.
Ochenta años pasaron desde aquellos fatídicos siete. El milagro de la trascendencia generacional le presentó hijos, nietos y bisnietos que por momentos inundaron de felicidad su existencia, mas siempre recuerdo que, al hablar de su niñez, esos ojos de cielo no podían evitar tornarse vidriosos.

martes, 31 de julio de 2007

Proximamente en cines...

Luego de unas vacaciones narrativas, me complace informar que... las mismas seguirán unos días más, ja. Me encuentro trabajando en algún material que subiré próximamente.
Saludos y agradecimientos a quienes disfrutan de lo que escribo y también a quienes les parece una porquería. Además, siempre son bienvenidos los comentarios, así que pueden dejarlos con confianza.
Nos estamos viendo.

viernes, 27 de abril de 2007

Cuento

Un día Cualquiera

Si el infierno tuviera que trasladarse a la superficie seguramente elegiría esta locación, pensaba el caminante mientras se disponía a cruzar la avenida saturada de humeantes vehículos de transporte público. Estruendosas bocinas de alterados conductores penetraban con brutalidad su sistema nervioso central y lo introducían en un insoportable estado agorafóbico que levemente cedía ante la presencia de alguna belleza, que ocasionalmente se cruzaba en su agobiante caminata.
La lluvia de la noche anterior, breve pero intensa, había limpiado un poco las fachadas grises y formaba pequeños charcos violáceos en los pozos del semi destruido asfalto, víctima de la sobrepoblación automovilística y de la impericia de los contratistas encargados de las reparaciones. Entrada la mañana, el potente calor solar se asociaba con el agua acumulada e ideaban un atentado en contra del bienestar general, materializado en intensa humedad. Las ropas se pegaban al cuerpo con atracción magnética, fundidas en un desagradable cóctel de sudor y smog, que no producía entre los demás ningún rechazo, pues todos los desafortunados peatones circulantes eran víctima del fenómeno.
Si algo le faltaba al caminante para terminar de odiar el lugar en donde se encontraba, fue pisar una floja baldosa de vereda, la cual, en un movimiento catapultezco, lanzó hacia sus zapatos y pantalones, pequeñas cantidades de agua mugre, que horizontalmente desplegadas, parecieron ser litros del espeso líquido.
Si fuera posible la idea del fuego en la mirada, la de él era precisamente aquella de la que emergen encendidas brazas furibundas, susceptibles de intimidar al más valiente de los compadritos. Soltó su gastado portafolios, aflojó el nudo de su corbata estranguladora y elevando la transpirada cabeza esbozó una onomatopeya sin significado literario pero con gran contenido emocional: “GGGGRRRRAAAAAAAAAAAAAAAARRRRGGGG”. El alarido se prolongó durante eternos segundos y la multitud volteó la mirada hacia la fuente de tan poderosa expresión iracunda. Un Sr. que pasaba cerca, al observarlo, tiró sus expedientes que meticulosamente había ordenado por orden alfabético y se unió a su rabioso concierto. Un agudo alarido provino de la vereda de enfrente, una desatada secretaria ejecutiva vestida con su sexy uniforme proveído por el jefe comenzó a entonar su desafinada canción del hartazgo y sus cuerdas hicieron vibrar los vidrios de las oficinas de la zona. Como ecos montañosos se sumaron a la manifestación decenas, cientos, millares de voces insatisfechas que transformaron el espacio urbano en lo más cercano posible a un repleto y caliente estadio de fútbol.
El caminante, agotado en su descarga quedó inmóvil ante el espectáculo que se desarrollaba a su alrededor. Todas y cada una de las personas que por allí pasaban se unían al griterío, como abejas a la reina. Todas excepto una, un hombre de avanzada edad y cara surcada que conducía un improvisado carro tirado por su maltratado caballo de tonos algo rojizos, lo observaba fijamente mientras esbozaba una creciente sonrisa inclinada para el lado izquierdo de su rostro. Tal vez sería uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis, en versión local y modelo 2007, pensó. Tal vez el infierno sí había elegido aquella locación y comenzaba la mudanza.

miércoles, 11 de abril de 2007

Relatos breves - La chica del bar

En una habitual combinación de tristeza y cansancio, sus ojos se alinearon en una profunda mirada que apuntaba a la uniforme pared que marcaba el límite de su celda en las próximas horas. Jóvenes con pretensiones de vencedores se refugiaban en aquel local, buscando materializar esos deseos o evadirse del peso de sus fracasos. Ella, obligada por su tarea, solo atinaba a sonreir ante cada intento de conquista propinado por los visitantes. Servir a los derrochadores, con el objetivo de subsistir, era su trabajo. Tomando las fuerzas que sólo poseen los que luchan desde abajo, resistió estoicamente la nocturna jornada extendida hasta el alba. Rindió sus cuentas, tomó su abrigo y mirando el suelo caminó entre niebla hacia su pequeña habitación en donde la esperaban sus cinco minutos de meditación, previos al necesitado descanso…

miércoles, 4 de abril de 2007

Cuento Nº 5

LA ULTIMA ETAPA

Las próximas veinticuatro horas las ocuparé en actividades cuyo fin principal no será otro que hacer más llevadera la espera del próximo día. ¿Por qué espero el día de mañana? No lo sé, nada interesante aparece en mi agenda, pero tal vez algo suceda y cambie mi perspectiva de las cosas. Las mismas caras, los mismos lugares, las mismas tareas… Me levantaré con la luna aún en plan de continuidad, me pondré mi uniforme color gris petróleo, originariamente verde del mismo tipo, bajaré las angostas escaleras que en más de una oportunidad exhibieron sus intenciones homicidas y tomaré el transporte que me llevará a mi fuente de sustento y hogar por las próximas diez horas.
Quizás al chofer se le ocurra cambiar la habitual ruta y pueda conocer nuevos barrios. Tal vez mis compañeros hayan leído el mismo capítulo del libro que me tiene entretenido. Mejor aún, una nueva compañera de elegancia sobresaliente y poco habitual simpatía podría sentarse a mi lado e iniciar una bonita conversación. Si esto no ocurre, bien podría alegrarme que mi jefe me felicite por mi esfuerzo y dedicación y decida que es hora de otorgarme un merecido aumento o calificación de tareas. Aunque debo decir, con convencimiento de cruda verdad: nada de eso sucederá. El viejo ómnibus tiene predeterminado el único camino en donde no hay inspectores de control de tránsito. Mis compañeros se entretuvieron mirando un popular programa de actuaciones musicales de poco talento, a la nueva y hermosa compañera la pasa a buscar un gerente en su auto importado y al llegar lo único que recibiré son exigencias de elevación del número de piezas que pidió un cliente de un país vecino.
Una y otra vez las preguntas dan vueltas por mi mente. Hace años que las formulo, las respuestas han variado. En una primera época concluían en agradecimiento por tener trabajo, después pasé a la etapa de conformismo sin satisfacción, bronca por no poder elegir libremente mis destinos, auto atribución de culpas por no haber actuado distinto o aprovechado supuestas oportunidades. Hoy me encuentro en la última etapa del largo camino a la muerte emocional: la resignación. Pasó mi cuarto de hora, los caminos sólo son de ida y llevan a una rutinaria y vacía vida, signada por las largas esperas del fin de semana. “Ya no seré feliz, tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo…” palabras de un poema que parecía inspirado en mí. Tal vez no en mí particularmente, pero sí en los que al igual que yo, andan deambulando entre ánimas frecuentadoras de nostálgicos tugurios del alma.
A veces me levanto con mejor ánimo, inspirado tal vez en algún sueño que no puedo recordar, pero en el que seguramente era feliz, me realizaba personalmente, viajaba por el mundo en búsqueda de intensas aventuras en donde yo era el protagonista de mi vida. Luego de diez minutos, la poderosa realidad me devuelve a mi estado anterior con la velocidad y la fuerza de un cachetazo propiciado por las manos más grandes que mi rostro haya experimentado.
¿Será que esto que se ha dado en llamar vida no es otra cosa que un montón de años que se acumulan esperando el momento del apagón? ¿Será que el destino de algunos es la grandeza y el de otros es dedicarse a ellos? ¿Será que todos los sueños de juventud son concientes deseos con escasas chances de cumplimiento? Tal vez así sea, al menos en mi experiencia.
Qué más puedo decir, mi nombre es Julio Armando Jiménez, soy lo que los sociólogos han estudiado durante años: un hombre común con ansias de ser descomunal, preso de sus circunstancias y de sus decisiones basadas en ellas. Uno más de los millones de mi clase, que día a día se esfuerza para enriquecer a otros, fabricando cosas que nunca podrán adquirir.
Tal vez esta noche deba encender mi televisor y mirar el show musical, pues si a todos les encanta, algo tendrá…

sábado, 17 de marzo de 2007

Cuento Nº 4

EL ACORAZADO

“No es la primera vez que me encuentro tan cerca de conocer la locura”. Eran las palabras que sonaban en su radio, interpretadas por una banda española que hasta el momento no había escuchado. Podría haber sido sólo una canción más, pero la letra lo hizo comprender su real situación emocional en ese momento.
Efectivamente, no era la primera vez que tenía esa sensación de falta de dominio de sus actos, pero en esta, el intervalo se manifestaba con mayor intensidad e importantes deseos de exteriorizarse. Caminaba de punta a punta los escasos metros del ambiente, pretendiendo en cada vuelta descubrir una prueba, un indicio, aunque sea una mínima esperanza de que todas sus angustiantes circunstancias pudieran, al menos, tomar un giro indicativo del bienestar.
Se detuvo un momento a pensar. Hacía unas horas que no lo hacía y ya estaba necesitando de ese hermoso momento reflexivo que lo conectaba con su alma y le permitía elevar su espíritu a una instancia superior, desde donde observaba con claridad los despejados caminos de su actualidad, a veces opacados por oscuros nubarrones que atentaban contra el placido instante.
Voluntariamente se sumergía en forzadas depresiones que si bien no le causaban felicidad, lo hacían sentir vivo internamente, pues pensaba que lo importante, sobre todas las cosas, era tener sentimientos que produzcan emociones, y ante las pocas chances de que sean alegres, cedía paso a las tristezas. Tal vez, sin saberlo, lo que en realidad tenía eran tendencias masoquistas mezcladas con otras autodestructivas, pues disfrutaba de sentirse mal e incluso actuaba alimentando su malestar.
Estas situaciones las capitalizaba en conclusiones. Sus balances comenzaban retrotrayéndose varios años, con minuciosa atención a decisiones claves que habían, en mayor o menor medida, determinado el siguiente paso, que a su vez seria condición de los sucesivos. Lo medio lleno o medio vacío de su vaso dependía en cierta forma de su actual ánimo, el cual, como suele ocurrir en situaciones como esta, se presentaba debajo del limite hacia el positivo.
Así las cosas, su tiempo ocioso se ocupaba en esta actividad, que al común denominador le puede parecer infructuoso, pero que a él le inyectaba su dosis periódica de intelectualidad, y esto en un ser mucho más cerebral que visceral, es una imperiosa necesidad que se compara con la ingesta diaria de alimento. Alimento para su mente, así podría definirse.
Muchas veces lidiaba con sus características, quería ser más “normal”. Anhelaba disfrutar de las cosas que la gente a su alrededor disfrutaba. A veces lo lograba, otras veces fracasaba en sus intentos, porque lo intentaba. Tal vez tendría que buscar nuevas estrategias que produjeran en él algún efecto desconcientizador. Ése era el secreto del éxito, perder la conciencia o al menos minimizarla hasta los requisitos indispensables, como dice una canción que muchas veces escuchaba: “La clave del éxito es mantenernos dormidos…”, claro que para eso no hay que sufrir de insomnio.
El momento reflexivo culminó abruptamente por un insistente sonido proveniente del teléfono. La voz en él anunciaba planes para la noche, que incluían reunión de amigos y posterior salida. Acordó los términos y comenzó los preparativos para la velada, con la renovada esperanza de que esta vez iba a poder gozar de las cosas que todo el mundo hace, si así no ocurriera, al menos intentaría un practicado truco mimetizador con el entorno, tal como lo había aprendido de su larga experiencia observando los modos de supervivencia de otras especies animales y vegetales.

martes, 6 de marzo de 2007

Más de lo mismo

Eso es lo que ofrece la realidad que día a día vivimos en este caótico lugar poblado de múltiples especies enemigas entre sí, que se ha dado en llamar Planeta Tierra, o como dice una canción de la banda Los Brujos, “Planeta Tierra Kamikaze”.
Antes solía escribir más sobre esa realidad, los hechos a la vista me daban mucho material para desarrollar mis ideas. Hoy me encuentro como observador de acontecimientos que son similares a los vividos en otras décadas, años, meses, incluso semanas pasadas no hace mucho. Vuelvo siempre necesariamente a mis teorías de la involución. No se si será IN, pero si puedo afirmar que es “NO” evolución.
Como ejemplo voy a analizar un diario de hoy. Las crónicas informan que la OTAN por error mató civiles afganos, lo cual me genera el interrogante, ¿Por qué la Organización del Tratado del Atlántico Norte se encuentra invadiendo un país de medio oriente? ¿Quiénes se piensan que son, el Consejo de Seguridad de la ONU? No, ese Consejo pasó a ser un monigote en una Organización que se ha vuelto pesada y obsoleta, tal cual quedó evidenciado en el momento en que el nazi, drogadicto e ignorante de Bush, luego de un vuelo cósmico provocado por la merca, decidió convertirse en el emperador Máximus Bastardus Odiadus, e invadir Irak.
¿Qué más dicen las agencias? Bueno, las internas en los partidos políticos se llevan gran parte de los tabloides. Tejes, manejes, alianzas, traiciones, etc. Es momento de reagruparse y en el país del unipartidismo la democracia hace un esfuerzo enorme por prevalecer sobre su más acérrimo enemigo, el autoritarismo. Kirchner les da impulso a los radicales K ¿La K es de Krniceros, de Kgadores, de Krgadores o de Ksi extintos? Mauricio Macri hace un esfuerzo sobre humano para abrazar a una nenita humilde, Lavagna mandó a imprimir 2 millones de banderas que dicen “La devaluación fue idea mía”. En fin, en el circo criollo hay para todos los gustos.
Inseguridad, ¿cada vez mayor o cada vez más cronicada por los medios? Es como el dilema del huevo y la gallina. Lo cierto es que andamos por las calles mirando para todos lados, obsesionados de tanto pensar cuando será el momento en que nos toque a nosotros. Lo que pasa es que nadie quiere ser víctima, pero hoy por hoy, si no te robaron alguna vez no existís. Imagino una situación de una charla social, en un bar o restaurante con amigos o conocidos. La inseguridad es tema obligado, y si no la sufriste te “quedás sin letra”, entonces vas a queres que alguna vez, aunque sea un encendedor, te sustraigan, así vas a poder ser parte del que parece es el principal problema social desde hace 10 años y te vas a sentir un ciudadano honorable al que los cacos mortificaron.
Pasando a temas más banales, el D.T. Basile dice que quiere ganar la Copa América. La duda que se me presenta es ¿por qué, si está tan empecinado en ganarla, no convoca a los mejores jugadores? No merece mayor comentario.
Como se puede ver, hay muchos temas para tocar, estos son sólo botones de muestra, pero es más de lo mismo en todos los aspectos. Sólo puedo rescatar de lo que vi, los homenajes a Gabriel García Márquez, verdadero prócer de la literatura latinoamericana, que supo posicionar a la región a la vanguardia del arte literario mundial.
En síntesis, lo único que me pareció que merecía alguna línea es esto que relaté, aunque con D´Elía y Farinello y sus relaciones carnales con Irán, pude hacerme una fiesta, pero bueno, no me gusta el chiste fácil. Éxitos.

miércoles, 28 de febrero de 2007

Cuento Nº 3

EL AVE ZAMBULLIDORA

Caía la noche y mi hogar temporario apenas eran unos caños flexibles en forma de X, a la espera de su formal recubrimiento. No sabía con certeza donde me encontraba, pero sentía un gran pálpito que me guiaba hacia mi destino, aunque éste no figuraba en mis modernos mapas.
Mientras finalizaba los detalles de mi tienda de viaje comencé a recordar el largo camino que me había llevado hasta ese recóndito lugar, en búsqueda de algo que no podía terminar de entender, pero que me empujaba constantemente a seguir intentando el camino de la explicación, como un legado inevitable y perturbadoramente deseado.
Cuando niño fuimos con mi familia de paseo a una vieja casa de campo, casi escondida, enclavada en un desierto campo patagónico que parecía carecer de todo rastro de humanidad. El paseo se prolongó en el tiempo y de a poco comprendí que no volveríamos a la ciudad. Tal vez mis padres no quisieron que sienta la violencia del cambio y por eso ocultaron inicialmente las intenciones del traslado. Creo que me subestimaron, pues aquellos momentos fueron muy de mi gusto y mi adaptación fue inmediata, ayudada por la envolvente belleza y el a veces mágico misterio del lugar. Una helada mañana sentí unos extraños sonidos, distintos de los habituales crujidos de las puertas que se quejaban de la falta de aceite en sus oxidadas bisagras. Sin ningún temor bajé de mi lecho y me dirigí a la sala por un pasillo oscuro que a esa altura podía recorrer con los ojos vendados. Al avanzar pude descubrir que esos raros sonidos no eran otra cosa que sigilosos pasos que, al advertir mi presencia, apuraron su marcha y rápidamente se esfumaron como un ánima, sin ninguna señal de continuidad.
Fue allí cuando mi curiosidad por aquel misterioso suceso nació, creció y se desarrolló, transformándose casi en una obsesión. Todas las mañanas me levantaba siguiendo aquellos pasos, que con el tiempo se acostumbraron a mi presencia y me permitieron casi alcanzarlos en muchas ocasiones. Seguramente pudieron leer mi mente y advirtieron que no les temía y no pretendía otra cosa más que saciar mi apetito de respuestas. Extrañamente, un amanecer los ruidos se volvieron estruendos por largos segundos, para luego dar lugar a la absoluta calma; bajé de mi cama como tantas veces y al apoyar mi pié derecho en el entablonado pude verla; estaba allí, todas las razones de mi corta existencia confluyeron en aquella habitación en el medio de la nada.
Era una niña de unos 11 años de edad, con largos cabellos negros y cautivante mirada, envuelta en pieles y plumas que evidenciaban el paso del tiempo. Me miraba. Se rió al ver mi pijama con estampados de cohete destartalado, uno de mis preferidos personajes de los escasos dibujos animados que podía ver en mi anterior hogar. ¿Quién eres? ¿De donde vienes? ¿Cuál es tu nombre? ¿Por qué vienes a buscarme? fueron las primeras palabras que salieron de mi sorprendida voz.
-No vengo de ningún lado. Siempre estuve aquí. Me respondió la niña.
-Mi nombre es Wala y tú me encontraste a mí. Ahora debo marcharme y cuando demuestres que posees lo necesario sabrás mi historia.
El canto de un ave desvió mi atención y al volver la mirada, Wala desapareció. A partir de ese momento mi vida cambió para siempre y solo pude pensar en ella, sobre todo en qué era lo que quiso decir con “poseer lo necesario”. Pasaron semanas, meses, nunca volví a verla. Volvimos a la ciudad un mes de diciembre de 1983.
Retomé el colegio, reencontré amigos y los años transcurrieron con relativa tranquilidad. Pero de tanto en tanto me despertaba en las mañanas temprano con las incumplidas esperanzas de ver a Wala a mi costado. Mi desazón por creer imposible nuestro reencuentro me llevaba a extremos depresivos, furias interiores y expectativas insatisfechas. Hasta que un día, mirando T.V., vi un rostro que me recordó a mi visitante. Eran imágenes de una reserva mapuche, cercana a la casa de la aparición, que denunciaban ante un medio la venta de tierras de su dominio originario a un Sr. de un país que ellos no sabían bien donde quedaba.
Mi mente de un aún preadolescente no me permitía entender la gravedad del conflicto, pero esos rostros familiares acercaron a mí nuevamente las ilusiones del anhelado reencuentro. En ese momento no podía lanzarme a la búsqueda, pero con solo saber que existía la chance me tranquilicé y pacientemente aguardé el momento de mi verdad.
Pasaron así los años de mi adolescencia. Al llegar a la mayoría de edad mis padres se ofrecieron a llevarme de viaje adonde quisiera, y sin dudarlo les pedí llevarme a la vieja casa de aquel campo. Sorprendidos, pero sin preguntarme las razones accedieron a mi deseo.
Fue así que partimos hacia el sur andino. No recordaba lo largo que era el viaje, tal vez mi ansiedad eternizaba cada minuto transcurrido mientras nos desplazábamos por intransitadas carreteras. El reencuentro con la casa no fue lo esperado. Derroida por el paso del tiempo, dejaba a las claras que ningún ser humano había estado allí en los últimos 12 años. Aquellas robustas puertas de madera autóctona habían mutado en una especie de indicador de límite interior exterior, pero que distaba mucho de ser la protección del hogar de toda inclemencia externa. Los tejados parecían depósitos de hierbas que brindaban fantástico hábitat a insectos, roedores y pájaros. Las ventanas simplemente carentes de existencia. Inhabitable desde todo punto de vista, aún para los espíritus más adaptables.
-Iremos a un hotel, dijo mi padre.
Yo asentí resignado, con el típico movimiento de cabeza indicativo de afirmación.
-Eso no significa que no nos quedemos, replicó mi madre.
Ignoré estas palabras inicialmente, aunque luego fueron el nudo de mi desenlace.
En el trayecto al pueblito que nos alojaría pude ver, para sorpresa, un cartel indicativo de la cercanía del ahora devenido en asentamiento mapuche que la televisión me había enseñado. Sin emitir sonidos pero prestando mucha atención memoricé el camino que creí que me guiaría en mi misión. Así fue que a la mañana siguiente, mientras mis padres se habían ausentado sin aviso, tomé mi equipaje compuesto de una tienda, ropa de abrigo y algunos entremeses, y partí a paso de hombre.
El paso de las horas combinado con mi ritmo sostenido me depositaron en las puertas del primer rancho precariamente adobado. Infructuosamente golpeé mis manos a modo de llamada y nadie acudió a recibirme. Seguí caminando por el sendero y más viviendas deshabitadas se presentaron ante mí. Por primera vez sentí ganas de olvidarme de todo el asunto y sepultarlo en el lugar destinado a los fracasos y así, casi convencido de volver fue cuando algo detuvo mi marcha. El canto de un ave, aquel mismo que indicó el último segundo que vi a Wala, retumbó en medio de la calma proporcionada por el despoblado entorno.
-No eres es primer hombre a quien ese sonido altera, aunque sí el primer hombre blanco. Dijo una extraña voz masculina que provenía de un oscuro ranchito sin puertas.
-Quién es Ud. y por qué cree que ese canto me perturbó?
-Soy el último habitante de estas tierras bañadas de sangre. Después del desalojo los demás emigraron a las afueras de la capital. Ese pájaro no vuela nunca solo, su compañera es quien ha perturbado a valerosos hombres que luego de oír su canto, han sacrificado sus vidas por develar el misterio de la niña Wala.
-Ud. la conoce, sabe donde puedo encontrarla?
-JaJa! Veo que no desistes. Conozco tu historia, se que has vivido aquí cuando niño y también sé que la niña se apareció ante ti. Sé que debiste marcharte pero siempre deseaste volver. Sé que respetas lo que no conoces y tus sentimientos son nobles. En definitiva, sé que tu destino y el momento de tu verdad están próximos a fundirse.
- Diría que posees lo necesario, pero falta una etapa. Marcha hacia la dirección donde el sol es devorado, sube por las filosas piedras de la montaña oscura y no te detengas hasta que no avistes una pequeña formación boscosa casi oculta por la bruma. Es hasta donde puedo indicarte, desde allí, andarás por tu cuenta.
Nos despedimos con las miradas y, utilizando energías que desconocía poseer, llegué al bosque brumoso, en donde ahora me encontraba acampando. La carpa tenía ya su apariencia original y envuelto en todo medio de cobijo a mi alcance descansé de mi travesía, llevando a mi inconsciente la imagen de su rostro que aun perduraba en mis retinas.
Al despertar tuve una rara sensación física, parecía estar flotando. Rápidamente salí de la tienda y en una mezcla de tranquilidad con nerviosismo pude verla desde lejos. Estaba allí, llevé las manos a mis ojos como tratando de ver mejor, y no lo dudé más, Wala estaba frente a mí. Dudando entre correr hacia ella o permanecer inmóvil para no perturbarla, el medio físico me indico la segunda opción, a mi alrededor sólo se veía la inmensidad de un lago con claras ostentaciones oceánicas.
Al notar mi presencia, ella se dirigió hacia mi ubicación, levitando sobre el espejo movedizo sin quitar su vista de mi rostro.
-Te estábamos esperando, dijo con celestial voz. Acompáñame, puedes desplazarte al igual que yo.
-Qué sucede? De donde salió este lago? Hacia donde nos dirigimos? Pregunté mientras avanzábamos hacia el iluminado centro del acuífero.
-Esas preguntas que durante tanto tiempo te formulaste y esa necesidad de explicaciones a lo ocurrido mientras estabas en aquella casa serán respondidas en breve, pero no por mí, tu mismo lo entenderás.
Fue entonces que vi a mis padres en el centro de la luz, jóvenes, tal como se veían cuando vivíamos en el campo. Estaban tomados de la mano, mirándome con sus brillosos ojos que denotaban pura emoción. Vinieron a mi mente extraños recuerdos que nunca creí haber vivido.
Aquellos estruendos que había escuchado la madrugada de la aparición retumbaron nuevamente en mis oídos, con la diferencia de que ahora veía su origen. Hombres encapuchados con enormes armas de fuego ingresaban a la casona con el claro objetivo de encontrar, eliminar y desaparecer a mis padres, pero se encontraron conmigo también y sin siquiera discutirlo, completaron su verduguezca tarea.
La niña, Wala no era otra que aquella que hizo propio el lago Budi y convirtió el espíritu de éste en el ave zambullidora, quien sería su acompañante en la eternidad. Este espíritu ancestral mapuche nos había escogido a nosotros, moradores ocasionales de sus tierras, como dignos de ser inmortales y volar junto a los hombres valerosos, cuan custodios de aquellas almas puras que sufren injusticias propiciadas por las impuras, que prevalecen por la propia fuerza de su odio, pero nunca más allá de su efímera mortalidad.
¿Sobre mi retorno a la ciudad en aquel momento? Tal vez fue una prueba de mi dignidad, tal vez el niño que fui debía dar paso al hombre en que me había convertido. Una u otra, mi destino y mi momento se fundieron, y por primera vez en mi vida me sentí completo.

miércoles, 14 de febrero de 2007

Reflexiones campestres

La inmensidad de la madre naturaleza decididamente había escogido aquel lugar para desarrollarse en su máxima expresión, al menos esa fue la sensación tuve al adentrarme entre los añejos eucaliptos del bosquecillo. ¿Que destructivo puede llegar a ser el ser humano a veces, pero a su vez cuanta majestuosidad pueden tener sus creaciones cuando se inspira...?
Mucho me habían hablado de aquel lugar, pero al estar allí entendí realmente la fascinación que sentían quienes incorporaron a su rutina vivir, crecer y envejecer en esas tierras.
Araucarias centenarias, olivos pigmentados de un intenso gris verdoso, parras que a duras penas sostenían cargados racimos de frambua, lungas palmeras que hacían las veces de moradas a los cientos de pájaros que inteligentemente las seleccionaban como su hogar y tantas otras especies vegetales, las cuales me llevaría innumerables líneas describir.
“¿Crees que puedes distinguir un verde campo de un frío riel de acero?” preguntaba Roger Waters en un perfectamente claro inglés mientras la paz invadía mi alma.
Tuve en ese momento una visión; una especie de camino hacia la primitiva esencia de todo ser humano, que si bien el tiempo fue mutando, se manifestaba en mí con mayor frecuencia e intensidad. Esa esencia no es otra cosa que la búsqueda de la armonía con el medio preexistente, en una relación de mutuo respeto y concesiones reciprocas, donde tomamos de ella que nos da desinteresadamente y a cambio nosotros le ofrecemos nuestros respetos.
Antiguos pobladores de la región, en épocas en las que nadie sabía con certeza las consecuencias de los actos destructivos y la devastación de áreas naturales era concebida como una evidencia de progreso, tuvieron otras visiones. Imaginaron grandes campos regados de animales para consumo, con plantaciones de pasturas y cereales enemigos de la fauna y flora local. La cumplieron y heredaron a los siguientes sus obras y artes. Hace décadas que empezamos a entender que por ese camino la prosperidad es una especie en extinción. Tal vez las generaciones presentes han conseguido aumentos en su capital, pero el precio será el sacrificio de las futuras, lo opuesto a lo actualmente conocido como “desarrollo sustentable”.
Hace ya cientos de años que comprendemos que la principal característica del ser humano, y que le permitió sobresalir del resto de los seres vivos, es su razonamiento y la aplicación del mismo al servicio de la modificación del entorno que lo rodea. Así, mientras el resto de los seres vivos se adapta al medio ambiente, nosotros lo adaptamos a nuestras necesidades, llevándolo a una situación crítica y casi extintiva. Claro que la madre naturaleza está comenzando a tomarse revancha, en forma de catástrofes climáticas, que a pesar de lo extremas, parecen no hacernos escarmentar.
Al mirar un par de lechuzas acechando algún desprevenido roedor noctámbulo con pocas chances de ver el siguiente amanecer me preguntaba si esos pájaros serán inteligentes. ¿Podemos afirmar que no lo son? Entonces me acordé de algo que dijo un gran profesor cuando se refería a esto. Él decía: “¿Quién puede asegurar que un sapo no es inteligente? A lo mejor es tan inteligente, que decide ignorarnos.”
Es que los seres humanos nos subimos a nuestro ego y podemos tirarnos al precipicio. Nos creemos omnipotentes y omnipresentes, sin embargo, si ocurriera una catástrofe nuclear, muchos científicos afirman que las únicas sobrevivientes serían las cucarachas. Un despreciable y asqueroso insecto tendría más chances que nosotros y quien sabe, tal vez con el mundo a su disposición logren transformarse en una evolucionada y poderosa especie de cucarachas supersónicas.
Será momento entonces de repensar los motivos de nuestra existencia y los objetivos que como especie tenemos, así tal vez entendamos el rol que nos tocó en la historia que estamos escribiendo. Una historia que no comenzamos y espero que no finalicemos, pero que estamos continuando y en la cual podemos tomar caminos distintos que nos conducirán a finales distintos, algunos felices, algunos destructivos, otros intrascendentes.
Anochece, los grillos comienzan su inspirado soneto y alguien avisa que empieza a prender el fuego para el asado, finaliza mi momento reflexivo y vuelvo a disfrutar de los placeres que me proveen aquellas actividades que a veces cuestiono. Será que los seres humanos somos todos distintos, pero en esencia nos parecemos.
Éxitos.

viernes, 26 de enero de 2007

Cuento propio Nº 2

La visita al pueblo

Desesperado corría el sujeto, como perseguido por la luz mala. El miedo de no llegar a tiempo se manifestaba en los cada vez más fuertes retumbes que emergían en el costado izquierdo del esternón. La velocidad y concentración en su carrera le impedían enhebrar algún pensamiento lógico; como un caballo con sus anteojeras, sólo la meta estaba en su no muy incisiva mente de servidor.
-¡Tengo que llegar! ¡Tengo que llegar!, exclamaba enmudecidamente mientras continuaba en su alocada carrera a su destino. Ni las penumbras de la noche que todo lo devoraban, ni los sonidos de algún peligro que implique serios riesgos a su integridad física, obstaculizaban su maratónica emprendida.
Aquellos años de insolente furia alimentada por desplantes, incumplimientos, abusos y prepotencia, habían quedado en el olvido, tal vez borrados por la pesada e inquisidora mano de la justicia, administrada por supuesto por sus naturales y más acérrimos enemigos, aquellos mismos que lograron colocarle el yugo que lo catapultó a una vida de obediencia y reconocimiento a sus superiores.
A lo lejos podían divisarse tenues luces movedizas que parecían perderse entre los zigzagueantes senderos que guiaban a los primeros destellos de civilización de la región.
Cada tanto la desesperanza se presentaba ante él, personificada en extenuante cansancio, pero el sujeto, acostumbrado a los avatares de una vida signada por la lucha, en ningún momento cedió ante la seductora tentación de algún improvisado asiento, caprichosamente armado por el entorno natural.
Cualquier otra persona no se hubiera preocupado por remediar el infortunio ocurrido ante sus ojos, pero él, con un absoluto sentido de responsabilidad y totalmente conciente de sus obligaciones, haría cualquier cosa que esté al alcance de sus manos y más, para cumplir con su gente.
Los kilómetros se sumaban a la lista de cumplidos y el sendero elevó su categoría a la de camino rural, allí hasta donde las máquinas llegaban a emparejar. Lejos de relajarse al avistar la cercanía, apresuró el tranco y solo restaron minutos para que llegue a la modesta Estación de Servicios, único comercio del paraje que a su vez hacía las veces de almacén, farmacia, veterinaria y pulpería. La felicidad colmó su alma al ver aquella camioneta importada cuya marca le costaba horrores pronunciar.
Detuvo finalmente su marcha, acomodó un poco su ropa, sacó de su bolsillo una pequeña bolsa, tomó profundo aire y con la firme actitud de quienes tienen certeza de lo correcto, entró al local. Se dirigió a una improvisada mesa lista para la cena, miró fijamente a su objetivo y dijo ante la sorpresa de aquel señor:
-¡Patrón! Pensé que se había ido. Aquí le traje los anteojos que se olvidó sobre la mesa del caserío.
- Que casualidad que justo Ud. tenía que venir de visita al pueblo, dijo el Sr.
- Sí... de visita al pueblo...
- De todas formas siempre tengo un par de repuesto. Ahora si me disculpa Vivas, la cena está por llegar…
Su cuerpo comenzaba a pasarle factura por el extremo sometimiento al que había sido sometido, Vivas dio media vuelta y se retiró en silencio. A paso de hombre, volvió a adentrarse en la espesura de aquellos casi intransitados caminitos que lo llevarían a su morada, con la esperanza de encontrar algún noble animal que quisiera ser su alimento de la mañana siguiente.

domingo, 21 de enero de 2007

El Gran Tarado

¡Eramos pocos y parió la abuela!
Ante la falta de nuevas ideas en el negocio del entretenimiento una vez más los cerebros creativos de la caja boba apelaron a todo el ingenio con el que cuentan.
Me imagino esta hipotética situación: en un clásico Business BreakFast, los directivos del medio de comunicación presionando a los encargados de la programación para generar productos que aumenten el Rating y Merchandising. A nadie se le ocurre ninguna alternativa (es que los programas de los "sueños" agotaron sus mentes) y por allí entra la secretaría con los capuccinos y una falda corta y dice en tono de broma: "¿Por qué no vuelve Gran Hermano?".
Entre risas y burlas alguien levanta la voz y le contesta: "Sí, y metemos a una trola, a un ex convicto, a una modelo fracasada, a un bisexual, a un depresivo y otros especímenes incomprendidos...". Todos siguen riéndose siguiendo a la masa, sin saber bien por qué lo hacen.
En ese momento un capanga se pone serio y dice: "¿Por qué no? Ya tenemos pagos los derechos intelectuales, tenemos la experiencia, armamos una casa en unos días, le metemos polémica, un conductor tira molotovs y le damos apoyo multimediático. No puede fallar, los morbosos, después de ver a alguien cumplir su sueño de tratamiento médico para la sobrina nieta de una amiga de su ex cuñada, quieren volver a las fuentes. Sarita (nombre de la secretaria), por tu idea te ganaste un ascenso, vas a ser vice ejecutiva junior de la sub área de iluminación al aire libre diurno, trabajando 6 horas más por día, por el mismo salario, pero va a ser muy bueno para tu currículum... Gutiérrez, ocúpese de los detalles".
Toda la maquinaria se pone en marcha inmediatamente. Consultoras encargadas de los castings supervisados por psiquiatras especialistas en traumas severos causados por la falta de ejercicio neuronal, empresa constructora propiedad de un amigo del vice que terciariza en un subcontratista empleador de obreros de la construcción paraguayos, area de recursos humanos seleccionando técnicos, camarógrafos y escenógrafos que se adecúen al perfil de la empresa y compartan su visión, misión y objetivos, contadores calculando si pagándole a los participantes 2000 pesos al mes cierra el balance, etc.
Están todos preocupados por muchos temas que seguramente plantean enormes desafíos y esfuerzos, excepto por uno, el cual tienen garantizado: la audiencia. Éxito seguro, el público siente una irresistible atracción por toda estupidez adornada que esté dando vueltas, no sea cosa que tengan que detenerse a pensar si están conforme con sus vidas, si sus objetivos personales van encaminados, si sus hijos podrán ser libres para jugar en las calles, si el cambio climático permitirá que la creciente población mundial sacie su hambre, si algún día esas guerras que parecen lejanas los tendrán como protagonistas, si la deuda externa del tercer mundo es legítima, si está bien venderle tierras a los extranjeros, si alguna vez se superará el odio racial y religioso, si las dictaduras han sido genocidas, si los pobres pueden algún día dejar de serlo, si se puede reinsertar un delincuente en la sociedad, si puede evitarse la extinción del yaguareté, si hay que indemnizar a los pueblos originarios, si se pueden clonar con éxito seres humanos, si existirá inteligencia artificial, y otros tantos interrogantes.
Sólo para cerrar:
"Los días extraños nos han encontrado,
y a través de sus extrañas horas
nosotros nos desmoronamos solos" (Días Extraños - The Doors)
Éxitos